Visiones Vernáculas
Anne Wilkes Tucker
Transitar rápidamente los caminos de un país impide hacer descubrimientos; y si existiese una lista de “lugares que hay que ver”, habría que quemarla, ya que sería un registro de las aventuras de otra persona. Por el contrario, hay que tener curiosidad, mente abierta, y capacidad de andar sin rumbo fijo, al menos durante los primeros días del recorrido. Durante diez años, Guillermo Srodek-Hart ha recorrido miles de kilómetros de rutas lejanas en Argentina, parando en pequeños pueblos, en viviendas aisladas, y frente a construcciones que carecían de detalles modernos.
Pensemos en la aventura de Alicia cuando cayó por la madriguera del conejo, o en Gil, el personaje que hace Owen Wilson en la película “Medianoche en París”, cuando es misteriosamente transportado a décadas parisinas de antaño. Srodek-Hart no se encontró con ninguna reina loca, pero sí ha conocido a un reductor de cabezas (en sentido literal). Al igual que el ficticio Gil, Srodek-Hart conoció artesanos con habilidades más propias de otros tiempos, y se encontró con tipos de comercios que, en otros lugares, hace tiempo ya han sido reemplazados por grandes cadenas.
A medida que Srodek-Hart comenzó a fotografiar, el enfoque del proyecto se volcó lentamente hacia los interiores de estos pequeños comercios. Algunos de ellos ya no estaban en funcionamiento, pero todavía tenían mercadería que juntaba polvo, inalterada por el paso considerable del tiempo. Otros aún vendían productos hechos a mano. Entre los interiores de éstos últimos, había uno en Tres Arroyos que tenía montones de patas de avestruz y cuernos de animales que esperaban ser transformados en cabos de cuchillos; otro en Chivilcoy, en el que estaban prolijamente amontonados los componentes para hacer escobas (pág. 101 y 129). También se encontró con vitrinas, armarios y bares de madera bellísimamente realizados y cuidadosamente lustrados, con tecnologías obsoletas, y con selecciones salvajemente incongruentes de productos, algunos expuestos prolijamente y otros amontonados desastrosamente. Los bares y fondas ofrecían juegos que no eran digitales (y ni siquiera eléctricos), tenían los inevitables retratos de los equipos deportivos locales, exhibían trofeos de caza, y contaban con una gran variedad de botellas de cuello largo sobre estantes angostos, que estaban dispuestas en hileras como si fueran soldados.
Estas operaciones, predominantemente unipersonales, utilizan la destreza humana, no la automatización programada, y tienen visiones personales, no corporativas, respecto a la organización y el inventario. Srodek-Hart documentó también los lugares de trabajo de otras profesiones, como soldadores, carniceros, zapateros, tintoreros, comerciantes, panaderos, sogueros, mecánicos, farmacéuticos y, con mayor frecuencia, taberneros y almaceneros. Los propietarios aparecen en un pequeño porcentaje de las fotos, y todos ellos son personas mayores. Desde que comenzó el proyecto, muchos de los comercios han cerrado.
El trabajo de Srodek-Hart está dentro de una tradición fotográfica de larga data, la cual se remonta a una de las primeras fotografías existentes de Nicéphore Niépce, en la que retrató una naturaleza muerta en su estudio. Otros fotógrafos dentro de esta tradición documentaria, y a quienes Srodek-Hart cita como influencias, son Eugène Atget y Martín Chambi. Un linaje más directo y personal puede rastrearse de Walker Evans, a Jim Dow, quien una vez imprimió los trabajos de Evans, a Srodek-Hart, que estudió con Dow y Bill Burke en School of the Museum of Fine Arts, Boston (Escuela del Museo de Bellas Artes de Boston) y luego trabajó como asistente de Dow.
En su libro American Photographs (Fotografías Americanas), Evans trabajó desde la profunda y amplia ambición de transmitir la supremacía de los Estados Unidos mientras atravesaba la Gran Depresión. Trabajando con una cámara de 8 x 10 pulgadas en los años 30, Evans fotografiaba localidades rurales y urbanas en los Estados Unidos con el particular don de reconocer la belleza sin adornos en objetos y espacios vernáculos [1].
Durante décadas, Dow también se ha enfocado en la arquitectura vernácula en todo tipo de formaciones híbridas. Inicialmente fotografiaba en blanco y negro al igual que Evans, y luego pasó al color para poder capturar mejor las llamativas combinaciones de pintura y luz que había en algunos de sus hallazgos.
Al igual que Evans y Dow, Srodek-Hart busca “la belleza simple”, particularmente en regiones poco visitadas, pero Evans buscaba señales modernas de progreso, como las industrias y sus desechos residuales, así como también edificios y monumentos históricos. Srodek-Hart es menos despiadadamente clásico en su estilo y permite un lado nostálgico en su recorrida por estos vestigios de arquitecturas y comercios de tiempos pasados en la Argentina. Habiendo vivido en los Estados Unidos durante los ocho años que le llevaron sus estudios de grado y posgrado, él quiso reconectarse con aquello que asociaba con la Argentina de su infancia. Por ejemplo, si uno menciona al cuchillero, él habla de los gauchos de las Pampas, quienes no pueden “jamás salir del rancho sin un cuchillo” [2]. Las patas de avestruz y las colas de armadillo que tiene el cuchillero “son lo que me conmueve del mundo rural”, dice él. También admira la totalidad de las capacidades que requieren estos comercios de un sólo dueño, como las del artesano que despelleja carcasas de animales y cura el cuero para hacer monturas, cinturones y lazos; o las del carnicero que carnea los animales en su patio trasero y corta la carne para su negocio en San Jorge, un pueblo con menos de doscientos habitantes.
Como Evans y Dow, Srodek-Hart observa los cambios que las fuerzas económicas y políticas han generado en la fisionomía de los lugares, pero estos comercios están disminuyendo y pronto podrían estar extintos. “La noción de mundos que van desapareciendo”, dice, “es una cuestión mundial” [3]. Su intención es preservar un vestigio de ello.
Estas fotografías me atraen por su belleza formal, por la inteligencia de las observaciones, y por la coherencia de la serie, y porque también yo crecí en una cultura de pequeños comercios, a cuyos dueños conocía. Todo eso ya no existe. Home Depot [4] ha reemplazado a la ferretería en la que los pasillos estaban delimitados con barriles de clavos y recipientes abiertos con semillas y granos. Recuerdo que los olores dominantes eran el del metal, almizcle y varones. Las conversaciones no eran breves y rápidas. Se comenzaba con asuntos personales antes de plantear la finalidad.
Donde desmotaban el algodón, lugar que visitaba con mi tío, al comienzo no había conversación alguna. Los hombres se sentaban en sillas de metal o en cuclillas, apoyados contra viejas paredes de madera, y miraban hacia el cielo o hacia los campos de algodón, y esto para una niña era una eternidad. Estos hombres a menudo usaban y coleccionaban buenos cuchillos y pistolas para trabajar y cazar, y valoraban una herramienta bien hecha. Hubiesen querido tocar todos los cuchillos en la forrajería El Ombú, midiendo el balance de los cuchillos, la forma en que los cabos calzan en sus manos, y el filo de las navajas (pág. 45).
Aunque mi familia no embalsamaba los animales que cazaba, mucha de la gente que conocíamos sí lo hacía. La taxidermia también parece ser popular en Argentina. Sin embargo, me llevó un tiempo notar el gato silvestre negro, posado en la vitrina de los cuchillos, y el carancho que sobresalía por encima de los rollos de soga en el almacén de Saladillo.
Así como los viajes realizados para descubrir estos almacenes requirieron de paciencia y observación profunda, las fotografías también requieren de lo mismo. De lo contrario, uno se perderá de los placeres de las aventuras y los descubrimientos de Srodek-Hart.
[1] Estoy muy agradecida con el catálago de la exhibición On the Road: A Legacy of Walker Evans. Robert Lehman Art Center, Brooks School (North Andover, Mass., 2010) por las observaciones respecto a Evans, y particularmente con el ensayo “All Gone to Look for America” de Belinda Rathbone.
[2] Guillermo Srodek-Hart, email a la autora. 30 de junio de 2014.-
[3] Ibíd.
[4] The Home Depot fue fundada en 1978 en Atlanta, Georgia. Actualmente es la cadena minorista de mejoras para el hogar más grande del mundo, con presencia en Estados Unidos, México, Canadá y China.